Marzo 7/2023: Arden los aquelarres

 



Marzo 7/2023

Cuando empecé a leer De la tierra a la luna de Julio Verne, me pareció aterrador el afán, por parte de los hombres fabricantes de armas, de extender la guerra. Aún más allá: sus ansias por tener ocasiones constantes para darle uso a sus armas y que esto les permitiera superar su ingenio creador y rebasar sus propios logros representados en la capacidad destructiva y en la cantidad de personas que podían matarse con una simple acción.

Estaban todos aglutinados, como una masa uniforme en la que no se distinguen limites individuales, aliados alrededor de la posibilidad de pasar por encima de otros -vistos también como una amalgama-, que representaban valores contrarios a los propios o que simplemente habían tenido la mala suerte de nacer en un lugar lejano. Estaban entonces reunidos a través del rechazo de eso otro, que no reconocían como iguales y que daba lo mismo que respirara o no.

Es precisamente esa idea del diferente, de eso otro que es "satanizable", lo que se cuece en el centro de la violencia. Ese otro en que soy incapaz de reconocerme.
Y si pienso en el fondo de la palabra "satanizar", entonces la religión aparece también como trinchera desde donde se emiten juicios históricamente. Las representaciones que se emiten desde un altar tocado por dios, un dios masculino y patriarcal -por supuesto-, no permiten la diferencia, ni la diversidad. 
Hay una forma única y correcta de ser, de hacer y de sentir, todo lo que sale de allí es perverso.
Somos perversas las mujeres, que conectadas a nuestro instinto más salvaje hemos actuado en contravía de lo que el patriarcado pretende: callarnos, guardarnos en el hogar. 
Fueron malignas quienes construían con el otro -que también es la naturaleza-, quienes se juntaban para contar historias de espítitus mágicos como narración de otro universo simbólico, intocable por la masculinidad aporreada y constreñida. 
Somos satanizables, quienes aún apostamos por construir desde la diversidad y el amor, no desde el miedo, quienes seguimos el instinto y la curiosidad. 
Somos aborrecibles quienes defendemos la vida.

Las armas todavía existen porque hay quienes aún están dispuestos a quemar brujas y consumir aquelarres, para demostrar que su fuego aún arde.

* Fotografía: Robert Capa, 1949


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